A los pocos meses del nacimiento de tu hijo llega el crucial momento de introducir los alimentos sólidos en su dieta. Pero, ¿cuándo exactamente y cómo debes llevar a cabo esta nueva etapa de alimentación del bebé? Sigue leyendo y descubrirás los mejores consejos para llevar a cabo este importante proceso.
La primera papilla sólida
El paso de la leche a los alimentos sólidos es un camino que todo niño debe realizar siguiendo unas pautas que permitan llevar a cabo este proceso de manera satisfactoria, tanto para el bebé como para sus padres.
Todos los expertos en nutrición infantil consideran que la edad perfecta para introducir la comida sólida es entre los 4 y 6 meses de edad. Se considera que hasta ese momento el bebé consigue suficientes nutrientes a partir de la leche (bien sea materna o la denominada leche de sustitución).
Los primeros baberos
Desde este momento, y de forma progresiva, debes ir proporcionando al bebé otro tipo de alimentación basada en alimentos sólidos (a partir de ahora te recomendamos proveerte de gran cantidad de baberos). De todos modos, no debes olvidar que tu bebé ha de seguir ingiriendo medio litro de leche al día aproximadamente. Esta cantidad se irá reduciendo paulatinamente.
A partir de esta edad tu bebé va a aprender a masticar y tragar. Antes de este momento observarás que, si intentas hacerle ingerir algún alimento sólido, el niño tiende a sacar la lengua y extraer la comida de la boca. No te preocupes, se trata de un reflejo que desaparecerá a partir de los 6 meses.
Recuerda no adelantar este proceso, ya que este hecho podría desencadenar problemas nutricionales en el bebé, como ciertas intolerancias o alergias alimenticias.
Pautas de introducción de la papilla
Cuando el bebé cumpla los 4 meses puedes proporcionarle la primera papilla. En primer lugar la de cereales (sin gluten), posteriormente la de frutas (no añadirles azúcar ni miel) y finalmente la papilla de verduras (sin sal y con una cucharadita de aceite de oliva).
Después llegará el momento de introducir los alimentos que marcarán su nutrición futura. Sigue estos consejos para introducirlos de forma natural y correcta.
Carnes
Tras dos semanas de haber probado las verduras, el niño puede empezar a ingerir la carne. Empieza por el pollo para después pasar a la ternera o el cordero, pero siempre en cantidades pequeñas (sobre los 50 gramos).
Pescados
Los pescados se añaden alrededor del noveno mes. Es aconsejable que comiences por el pescado blanco. Este tipo de pescado posee las ventajas de ser poco graso (menos del 2 %), rico en proteínas y de fácil digestión. La merluza, el lenguado o el rape pueden ser una buena elección.
Huevos
Aunque no existe una norma estricta en relación a los huevos, se aconseja comenzar sobre los nueve o diez meses, proporcionando al bebé una parte de la yema cocida (un cuarta parte), para posteriormente ir aumentando la cantidad. El huevo entero lo podremos suministrar a partir del año, pero siempre con precaución y pendiente de posibles alergias.
Legumbres
Se trata de una etapa en la que debes ser paciente y tener en cuenta que las legumbres no son fáciles de digerir. Es por este motivo que la introducción será muy poco a poco y vigilando las reacciones de tu pequeño.
Las primeras veces puedes mezclarlas con el puré de verduras (añade una pequeña cantidad de lentejas) para después aumentar la cantidad y utilizar otros ingredientes como judías, guisantes o garbanzos.
En resumen, recuerda empezar la alimentación del bebé a partir de los 4 meses, siempre en pequeñas cantidades y vigilando sus reacciones, para así comprobar si tolera bien todos los alimentos. Empieza por la carne y el pescado para posteriormente introducir los huevos y las legumbres (más difíciles de digerir).
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